La Virgen de la Salud en Pentecostés

El misterio de Pentecostés inunda toda la vida de la Iglesia, es el fuego del Amor Divino que irrumpe en la historia. La religiosidad popular que se expresa en multiplicidad de gestos y sentimientos de fe, vive intensamente la presencia del Espíritu Santo. Este año además de la advocación del Rocío coincide con la fiesta de Ntra. Sra. de la Salud titular mariana de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Esperanza en su Gran Amor, la bellísima imagen de la Virgen nos trasmite de manera particular que él Dulce Huésped del Alma nos inunda siempre de gozo y alegría.

Decir Salud, decir Rocío, es proclamar que la Nazarena Virgen María, fue asociada al misterio de Cristo y por ello fue templo o sagrario vivo, arca de la nueva alianza, mujer llena de gracia, cubierta por la sombra del Santo Espíritu y revestida de luz. Ella está presente junto a la Iglesia naciente y hoy también lo está junto a nosotros y lo estará siempre en la Iglesia de todos los tiempos, llamados a llevar el evangelio de la alegría en medio de la sociedad que nos ha tocado vivir. Con María en palabras del Papa Francisco debemos ser “evangelizadores con Espíritu” “hombres y mujeres llenos del Espíritu”.

Una de las grandes manifestaciones de la religiosidad popular es el peregrinar a un lugar sagrado, procesionar con nuestras velas encendidas al encuentro con la Misericordia, caminar es propio del ser de la familia de los hijos de Dios (Iglesia Peregrina) y con este caminar expresamos que el Espíritu abre caminos de esperanza y amor para todos sin excepción de nadie. No nos cansemos pues de seguir avanzando en el conocimiento de Cristo y contemos con la intercesión de la Virgen en nuestras luchas cotidianas.

En este nuevo Pentecostés marcado por la pandemia y con las limitaciones correspondientes celebraremos su fiesta, la de Nuestra Madre, nuestra fiesta. Acerquémosnos desde el corazón maternal de Santa María de la Salud, al sufrimiento de nuestros hermanos, llevando el consuelo y la ternura de Dios especialmente a los enfermos, pedimos también por nuestros difuntos y de aquellos que nadie se acuerda. No nos cansemos de hacer el bien.

Queridos hermanos de la Salud, un abrazo fuerte a todos y que Cristo en su Gran Amor os llene de bendiciones y la Virgen sea vuestra protección y fortaleza en cada momento de la vida.

Manuel Ángel Santiago Gutiérrez
Director Espiritual y Delegado Episcopal de HH y CC

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