Stmo. Cristo de la Esperanza en su Gran Amor

Los inicios de esta Hermandad surgen en 1979 entorno a la imagen del Cristo del Gran Amor de la capilla del convento del Cister, la cual había sido presentada en 1978 en una exposición celebrada en la Sociedad Económica de Amigos del País, sita en la plaza de la Constitución. La obra había sido regalada por D. Luis Pajares, perteneciente a la Orden de Caballeros del Cister. Se trataba de una talla que reproducía al Cristo de la Sed, de la Hermandad sevillana de Nervión realizada unos años antes, en 1969 y 1970.

Impactando la imagen en el grupo de hermanos fundadores y convirtiéndolo en el Titular de la reciente Cofradía. Pero al tratarse de una Cofradía conventual tenían que contar con la benevolencia de las religiosas del mismo que durante los primeros años de la Hermandad no opusieron resistencia para que así se desarrollara la labor pero al cambio de abadesa y ante la inminente voluntad de procesionar la imagen, la negativa fue la nota dominante. Así que todo lo soñado a los pies de esta imagen se quedó ahí, ya que en 1986 tuvieron que dejar la sede, lo que conllevaba dejar allí al Señor de los inicios, pero siempre estuvo presente la Esperanza y el Gran Amor.

En las inquietudes de los hermanos estaba presente esa imagen, así que aunque los escasos recursos económicos significaban la primera de barreras, decidieron visitar al escultor sevillano, él cual ya conocía parte de la andadura de la joven Hermandad. Tenían muy claro como debería ser, un crucificado vivo, que reflejara el espacio posterior a la exaltación de la cruz. Debería ser un crucificado que reflejara en su semblante el sufrimiento de toda la Pasión del Hijo de Dios, pero sobre todo, debía reflejar esa Esperanza en su expresión y ese Gran Amor en su mirada, que encierra en la doctrina, el nombre de nuestra Hermandad, en el rostro de nuestro titular y guía (1).

Así el 4 de abril de 1988 se firmó el contrato con lo que el escultor se comprometía a realizar al Santísimo Cristo, pero el plazo de entrega se vio retrasado a causa de enfermedad del artista, concluyendo el trabajo divino a comienzos de 1991. De esta manera el día 9 de Marzo, la imagen fue presentada a la ciudad de Málaga, siendo expuesto en el Palacio Episcopal, siendo presentado artísticamente por el profesor doctor en Historia del Arte, D. Juan Antonio Sánchez López. La bendición se celebraría el 31 de Mayo en la Iglesia de San Pablo, donde el Cristo de la Esperanza en su Gran Amor se colocó en el Altar Mayor. Fue oficiada la ceremonia por el delegado episcopal el Revdo. Padre D. Antonio Ruiz Pérez, apadrinado por las Hermandades y Cofradías del Domingo de Ramos y como testigos de la misma, Cáritas parroquial de San Pablo.

Se trata de una bellísima imagen de Jesús crucificado, en madera de cedro, a tamaño natural, 1´85 m. Sigue la estética del fundacional pero éste último mejorado y adaptado a la nueva realidad de la Cofradía, aunque guardan cierta similitud en la posición de la cabeza, girada suavemente hacia el lado derecho o el alineamiento de las extremidades superiores con el madero. Sometido a una composición rígidamente triangular marcada por los tres clavos de sujeción (2).

Nos encontramos ante una imagen de Jesucristo vivo, con una preciosa policromía, de gran belleza y dulzura, comunicándonos el perdón, pero de un gran dolor contenido mitigado tanto por la mirada como en la expresión de su boca entreabierta, nos dice que ESPEREMOS siempre en su Amor Misericordioso, en su Gran Amor (3).
Se trata de una imagen en plena armonía, con el intencionado alargamiento del canon denotando así características manieristas. La totalidad del modelado en cada una de sus partes muestran la maestría del artista, cada uno de los detalles, sin llegar a exagerar el sufrimiento y dolor, de hecho se prescinde de la corona de espinas, aunque al observarlo podemos apreciar las leves gotas de sangre que caen desde su frente recorriendo toda la cara, cuello y el resto de la anatomía, pero aún así sigue transmitiendo paz y sosiego.

Con el estudio de la cabellera el escultor ha logrado una esmerada composición, el pelo cae sobre su espalda con movimiento al igual que en la parte frontal, a ambos lados de la cara y en la barba.

El sudario está presentado de una forma singular ya que elimina la soga de sujeción, y reduce la pureza a una simple franja de tela anudad por dos lazadas, que se ciñe a la cintura rodeando su contorno; recurso que deja expedita la silueta y libre el desnudo de la cadera derecha. Por ese mismo lado, pende un extremo del paño que contrarresta volumetricamente la complicada disposición que el lienzo adopta en el lado opuesto. Después de descender para recubrir el costado y parte de la pierna izquierda, el tejido asciende, se arrebuja y se pliega en la zona del vientre (4).

El padre Diego Ernesto Wilson supo narrar  la esencia en unas palabras: Está maravillosamente encajado, acabado, medido y todo realizado con una delicadeza total que lleva a la belleza que produce éxtasis en su contemplación. Y todo ello, al servicio de la idea espiritual, que es lo principal (5). Podríamos decir que se trata de una catequesis visual.

(1) GARCÍA MARTíN, José Enrique, “LA TALLA: ENCARGO, SEGUIMIENTO Y RECEPCIÓN”, HERMANDAD DE LA SALUD, Málaga 1992, p. 12.

(2) SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Antonio, EL ALMA DE LA MADERA, CINCO SIGLOS DE ICONOGRAFÍA Y ESCULTURA PROCESIONAL EN MÁLAGA, Real y Excma. Hermandad de Nuestro Padre Jesús del santo Suplicio, Santísimo Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura. Málaga 1996, p. 386.

(3) WILSON PLATA, Diego Ernesto, “LA TALLA VISTA POR EL PADRE ERNESTO”, HERMANDAD DE LA SALUD, Málaga 1992, p. 35.

(4)  SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Antonio,  Id.

(5)  WILSON PLATA, Diego Ernesto, Ibidem.

La Talla vista por el Padre Ernesto

El Cristo de la Esperanza en Gran Amor es plenamente lo que su nombre expresa. La talla ha sido tratada con tanta inspiración, delicadeza y cariño que aparece realmente Cristo vivo aun en la Cruz, para ofrecernos lo que más vale: su GRAN AMOR. Con su mirada dulce pero profunda y sus labios cerca de la palabra viva, nos dice que ESPEREMOS siempre en su Amor Misericordioso, en su Gran Amor. Que es tonto el desalentarse teniéndolo a Él, que siempre nos está esperando con su Gran Amor, personalísimo para cada uno de nosotros.

Yo creo que el escultor ha hecho aquí su obra cumbre. No tiene nada que envidiar este Cristo, a esos maravillosos, de los grandes maestros. Lo comparo con el Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés considerado por muchos como lo mejor del mundo y el nuestro no se le queda «chico». Es una escultura sublime.

Quizás alguno le vea la cabeza pequeña, desproporcionada para el gran cuerpo. Pero creo que esto le da una imagen de sublime ascensión a los cielos, como los largos cristos de El Greco. No, no está desproporcionado. Esta maravillosamente encajado, acabado, medido y todo realizado con una delicadeza total que lleva a la belleza que produce éxtasis en su contemplación. Y todo ello, al servicio de la idea espiritual, que es lo principal.

Este Cristo debe servir a los Hermanos de la Salud, para revisar su vida de amor y aspirar a más. A querer amar con ese amor que se le sale al Cristo por los ojos y por la boca y que hincha su pecho.

Mirarlo es querer comprometerse con esa ESPERANZA y con ese AMOR. No debemos dejar de mirarlo nunca y tenerlo ya presente en nuestras vidas. Que nuestros pecados se vean purificados ante esos ojos de su misericordia.
A mí me parece que esta pronunciando la primera Palabra. «Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen». Por esto yo deseo mirarlo todo lo que pueda, pues me siento perdonado al verlo.

Demos gracias a Dios por este Cristo. No podía haber tenido nada mejor, la Hermandad de la Salud, para comenzar aun mas una auténtica conversión al AMOR.

Ernesto Wilson